EL SECRETO QUE GUARDABAS. Juanjo Conejo
Tu voz era dulce y tu mirada clara, como el suave murmullo de un río de aguas transparentes. Cuarenta años después, eres sólo un recuerdo. Despierta del letargo de la morfina, abre tus ojos y responde mi pregunta: ¿por qué te fuiste sin darme una razón? Has abierto los ojos, me has mirado, pero no me has reconocido. Has cerrado los ojos y te has ido para siempre, llevándote contigo el secreto que guardabas.
Sobre el mármol frío de una tumba con tu nombre, coloco un ramo con cuarenta rosas. Tu mano traspasa la lápida y agarra la mía como solías, ahora me has reconocido. ¿Por qué te fuiste sin darme una razón?, te vuelvo a preguntar. Y, con tu voz dulce de antaño, sólo respondes una palabra: perdóname. Luego, te veo flotando sobre la alada de los árboles, estás vestida de blanco níveo y tu rostro brilla como el sol. Sólo te digo dos palabras: te perdono. Y con tu mirada clara y un gesto de despedida, desapareces de mi vista, dejando tras de ti una estela de estrellas. Y en esa estela de estrellas, pude leer el secreto que guardabas.
Juanjo Conejo