TIC Y TAC CONTRA LOS LADRONES DEL TIEMPO. Juanjo Conejo

Tic, Tac, el tiempo pasa, aprovecha el momento. Tic y Tac eran los vigilantes del tiempo, para que los habitantes del mundo no olvidaran cultivar el arte y la cultura. Tic y Tac perseguían a los que se desviaban por el camino del materialismo, y con gran simpatía los hacían regresar al camino recto. Tic y Tac eran la solución para que los asuntos esenciales no cayeran en el olvido. Tic y Tac regalaban bellos momentos, eran los encargados de velar por la felicidad de las horas. Tic y Tac tenían un perrito llamado Max, que ladraba a los pies de aquellos que no invertían tiempo en el arte y en la cultura, sus ladridos cariñosos eran una señal de alarma contra la deshumanización.

Para algunos ciudadanos del mundo, dedicar tiempo al arte y a la cultura era perder el tiempo, se habían vuelto ciegos e insensibles, sólo buscaban fama y dinero. Morirían con las manos vacías, pues la fama y el dinero no sobreviven a la muerte. Y no se daban cuenta de que dedicar horas a la lectura, la pintura o la música no eran pasatiempos banales, sino enriquecedores del alma, forjadores de tesoros indestructibles. “¡Vamos, Max, hoy nos espera un largo día de trabajo!”, dijeron al unísono Tic y Tac al perrito, que movía la cola de alegría por la labor tan importante que les esperaba. Eran los guardianes del tiempo, y esa era una misión que les llenaba de orgullo.

Perseguir la riqueza y el poder eran los mayores ladrones del tiempo. Eran ladrones peligrosos, porque eran muy inteligentes y sutiles. En realidad, eran demonios disfrazados de prosperidad, que convencían a los habitantes del mundo de que sólo debían dedicar su tiempo a tareas que les dieran prestigio y reconocimiento. Estos diabólicos ladrones del tiempo habían tramado un plan maestro, sembrar en la conciencia colectiva la creencia de que no eran dignos de amor si no eran personas importantes e influyentes. Con este engaño lograrían que la gente no invirtiera tiempo en actividades que les hicieran reflexionar y darían un golpe definitivo al arte y a la cultura.

Para llevar a cabo este plan macabro, estos demonios se convirtieron en una multitud de diminutos gusanos, para infiltrarse fácilmente en los medios de comunicación, el sistema educativo y en toda clase de organizaciones económicas y políticas. Pero los ladrones del tiempo no habían contado con el olfato y la pericia de Max. Cuando el perrito olía a gusano, salía corriendo como un relámpago y lo atrapaba con su boca. Después, Tic y Tac los encarcelaban en un recipiente de cristal gigante, porque eran millones. Cuando los gusanos se vieron atrapados, y ante los ojos del mundo, volvieron a su forma original, eran unos diablos horrendos que tenían la boca negra de tanto mentir.

Juanjo Conejo