REACCIÓN EN CADENA (EL EFECTO DOMINÓ). Juan José Conejo
El viento que agita una rama que espanta a un pájaro que vuela a otra rama. La otra rama que cae al suelo que está seca como la mano de un viejo. El viejo que camina despacio que pisa la rama que cruje en el suelo. En el suelo cruje la rama que se la lleva el viento. El viento que sabe que yo también seré rama seca como la mano de un viejo. El viejo me mira el viejo soy yo cuando pase el tiempo. El tiempo que sabe que soy pájaro que por el viento volará a otra rama. La otra rama soy yo que caerá al suelo que pisará un viejo. El viejo soy yo que llevo un niño dentro que escribo con la mano seca como la mano de un viejo que escribo despacio como el paso del tiempo que escribo palabras que crujen como la rama seca. La rama seca soy yo que cruje en el suelo. En el suelo quiero ser el pájaro que vuela de rama en rama que sólo piensa en volar o morir.
Morir, hacerlo en tus labios, aunque luego tenga que olvidarte. Olvidarte, volver a la vida en la boca de otra mujer. Otra mujer, tantos amores, tantos olvidos, tantos labios besos sin corazón. Corazón, protegerlo, vestirlo con una coraza. Coraza, de piedra y carbón. Carbón, de besos quemados, negro, como el abismo que hay entre los dos. Dos, dos bocas que al conocerse ya se piensan en despedida. Despedida, al darte la bienvenida, sabiendo que mañana me golpeará tu ausencia. Ausencia, morir nada más nacer, como niño prematuro que sólo vio la luz un instante. Instante, uno detrás de otro, de silencio que me trae tu nombre. Nombre, que perdura en mi mente, que me quema, y aun así he de seguir adelante. Adelante, querer olvidarte, a ti y al veneno, de ese carmín fulminante, que sin vacilar profiere palabras de amor que pronto se olvidan. Olvidan, que mi beso fue de niño.
Niño, buscando un nombre que perdure, de fuego, que queme este muro que llevo dentro. Dentro, tu pasión traviesa, de quien no sabe de las heridas. Heridas, de amor. Amor, que quiero arrancar de la memoria. La memoria, oh si quemara las falsas palabras, pronunciadas con ligereza, y si el cuchillo que levantas desde tus labios se volviera contra ti, lo pensarías dos veces antes de un beso. Beso, mis heridas, y vuelvo a la vida en los ojos de otra. Otra, de mirada inocente, de corazón puro, que sabe que dentro llevo un niño. Niño, que se niega a morir, que se levanta y comienza a volar. Volar, con la esperanza de que tal vez un día pueda olvidar. Olvidar, que soy la rama seca que cayó al suelo por el peso del pájaro que voló a otra rama espantado por el viento. El viento, el pájaro, la rama seca, el viejo que la pisa que camina despacio como el tiempo.
Juanjo Conejo