LAS CARTAS ROMÁNTICAS DE SALCON EMIROI (IX). Juanjo Conejo

A la condesa de Castiglione:

Mi señora, sólo puede reprocharme el amor que siento por usted. Y ese amor que no quiere recibir, el cielo lo toma en su regazo. Después, me lo devuelve, hace llover estrellas sobre mi cabeza y llena mi corazón con los tesoros perdidos en el mar, esas riquezas que anhelan los piratas. Mi señora, cuando amo, amo para siempre. Por ese motivo, siempre revolotea sobre mi corazón el pájaro de la esperanza. No imagina cuánto la amo, ¿morirá sin saberlo? Seguiré caminando sobre las aguas, con la fe de un niño que aún cree en lo imposible, en la gracia de un milagro. En cuanto a usted, ¿de qué le sirve el lujo de sus vestidos si tiene el corazón triste?, ¿cree que mi admiración es debido a su riqueza? Posiblemente, soy el único hombre que ha oído el llanto silencioso de su alma. Tiene usted fama de tener muchos amantes, pero ¿es feliz?, sospecho que no. Nunca alcanzará la paz, hasta que se respete a sí misma. Creo firmemente que ninguno de esos hombres la merece en su cama. No sé por qué pierdo el tiempo escribiéndole esta carta, usted no es de las que se fijan en los poetas.

Si alguna vez le apetece algo más que sexo, sólo tiene que avisarme,

Salcon Emiroi

* Nota: Esta carta forma parte de la colección “Las cartas románticas de Salcon Emiroi”, del autor Juanjo Conejo.