LA PALOMA, EL ÁNGEL Y EL POETA. Juanjo Conejo
Y la paloma voló veloz y certera como flecha de arquero, portando el alegre mensaje que todos esperaban: “El poeta ha nacido, con sus versos alegrará el cielo, el mar y la tierra, llevando la esperanza a los corazones decaídos, llenando de colores los lugares entristecidos. El poeta hará llorar, de emoción, de sentimientos, para declarar que el amor, ¡oh el amor!, nunca muere, resurge en cada palabra, en cada renglón se renueva, palpita a golpe de metáforas, llevando candor con cada estrofa y sueños guardados en los puntos suspensivos…”.
Y el poeta, ya convertido en hombre, alargó su mano, tomó la pluma que de niño le regalaron, pluma de reyes, de oro y diamantes, como corresponde a su linaje. Y el papel donde sólo había vacío lo llenó de esplendor, creando mundos con la imaginación, construyendo deseos hasta ahora dormidos. Así lo hizo hasta el día que su mano se volvió lenta y su alma sin inspiración. Entonces el ángel amante de la poesía descendió del cielo, y gritó al poeta: “¿Qué te pasa poeta nacido como regalo para la humanidad?”. Y el poeta contestó: “Me duele el pecho, mi pesar es grande, las palabras son pequeñas y enormes los sentimientos. Pobre es el vocabulario e infinitas las emociones, ¿cómo reflejar lo que siento, si me faltan colores para pintar en el lienzo?
Y el ángel tomó un vaso de agua, clara y pura, se lo dio al poeta y dijo: “Toma y bebe alma sedienta, aún te queda mucho camino por delante, y en los senderos encontrarás las palabras que necesitas, las verás en la sonrisa de un niño, en la mirada de un anciano, tu alma ingenua llorará, y esas lágrimas a tierra caerán, fertilizarán tu hoja de papel y las palabras aparecerán luminosas, radiantes como el sol, y al leerte la gente dirá: “Este es el poeta que nació rico, y pobre se hizo para enriquecer a la humanidad”.
En el cielo tres señales, una luna para la inspiración y los cantares, millares de estrellas para el destino de las artes, y un corazón que escribe, llueva o haga sol, para el gozo de los amantes. La paloma se posó sobre la cabeza del poeta que escribía emocionado, mansa y tierna, blanca, blanquísima, pura, genuina, transparente, despertando palabras medio siglo guardadas, convertidas en relatos, en poemas, en cuentos infantiles y en historias nunca antes imaginadas.
Si ves cansado al poeta tan sólo dile: “Adelante poeta de los pobres, ¡adelante!, aún te queda mucho trecho por delante, aún tienes que hacer llorar a los que tienen el corazón de piedra, a aquellos que están heridos, y cuyas almas ya olvidaron la sensación de unas lágrimas deslizándose sobre las mejillas, aún tienes que hacer sonreír a los que de las penas llevan mucho tiempo cautivos, para darles libertad por medio del arte de las letras y de las divinas palabras”.
Juanjo Conejo