LA NIÑA QUE DESCUBRIÓ LA ESPERANZA. Juanjo Conejo

La bailarina de la caja de música continuaba bailando, pero la fiesta ya había terminado, cómo iba ella a saberlo, tan sólo era un trozo de plástico con forma de bailarina. Y la música seguía sonando sin nadie en la sala, tan sólo una niña de ojos tristes aún permanecía sentada, inmóvil, con la mirada fija en el último bombón del plato que había sobre la mesa. Finalmente, alargó su mano, quitó el envoltorio de color rojo e introdujo el bombón en su boca. Una lágrima se deslizó por su mejilla, el bombón era dulce en su boca y amargo en su corazón. Pero la bailarina seguía girando, sin darse cuenta de la tristeza de la niña. El bombón se deshizo completamente en su boca. A la caja de música se le acabó la cuerda, ya no había esperanza, había triunfado el silencio y soledad. La niña cerró la caja de música, la guardó en un cajón, allí se quedó la caja, en completa oscuridad. La niña se acostó en el sillón y se quedó dormida. Y soñó que el mar estaba lleno de cajas de música que flotaban en sus aguas, cajas de música sin cuerda, sin melodías, sin bailarinas que girasen. Ese mar de silencio era el fin de la alegría. Y lo peor de todo, nadie se percataba de la profunda soledad que invadía al mundo. La niña despertó llorando, corrió hacia el cajón donde había guardado la caja de música y le dio cuerda. Y la niña bailó junto a la bailarina, aunque fuera de plástico. Y mientras bailaban, la niña se iba llenando de esperanza, porque a su corazón roto le quedaba cuerda.

Juanjo Conejo