LA FLAUTA SILENCIOSA. Juanjo Conejo

Érase una vez un extraño flautista, con su misteriosa flauta de madera no dejaba de recorrer todas las ciudades del mundo. Sus melodías no emitían ningún sonido, se trataba de una flauta silenciosa. El flautista estaba siempre en el camino, recorría ciudad tras ciudad, sin detenerse nunca en ninguna de ellas. El flautista buscaba sin cesar a quienes tenían la facultad de escuchar el sonido de su flauta. Unos pocos privilegiados nacieron con la capacidad de oír las melodías de la flauta; otros, sólo la oían cuando estaban preparados para entender sus melodías. Lamentablemente, muchos morían sin llegar a oír nunca las canciones del larguirucho instrumento de madera.

Los que llegaron a escuchar los sonidos de la flauta, cuentan que las melodías son secretos, promesas, sueños, que muchos nunca logran percibir. Algunas personas bondadosas se dedicaron a enseñar a otros a escuchar las canciones de la flauta, logrando que algunos llegaran a oírla. Al principio, se creyó que se trataba de alguna clase de extraña sordera, de oídos con alguna anomalía que les impedía distinguir determinados sonidos; otros, llegaron a creer que se trataba de una flauta mágica con el poder de cerrar los oídos de los hombres malvados. Aquellos que lograban escuchar la flauta, experimentaban un gran cambio en sus vidas y se lanzaban a un viaje hacia la búsqueda de sus sueños. Estos privilegiados que oían las melodías de la flauta, eran tratados por los demás como rebeldes, revolucionarios e inconformistas. En todos ellos había un elemento en común, estaban inspirados para realizar grandes hazañas y para navegar por mares nunca antes explorados.

A medida que el flautista iba pasando por las ciudades, aquellos que lograban escuchar la flauta, salían de su rutina como inducidos por una chispa de ilusión inexplicable. Algunos llegaron a escuchar de la flauta grandes revelaciones, en forma de ideas y de soluciones. El flautista decía que, si una persona no había escuchado la flauta al nacer, tan sólo había una forma de escucharla, si el corazón era roto en mil pedazos por las desgracias de la vida, porque el sufrimiento les había dado mayor sensibilidad auditiva. Por esta causa, algunos cuyas almas habían sido desgarradas y sus corazones partidos, habían logrado al fin escuchar los mensajes de la flauta. Estas almas salieron en busca de tesoros, sin importarles los riesgos del camino. Cuando la flauta sonaba, estos hombres y mujeres escuchaban grandes sabidurías en sus melodías; para el resto del mundo, era tan sólo una vulgar flauta de madera, una inútil flauta silenciosa.

Juanjo Conejo