ESCRIBE O MUERE. Juanjo Conejo

Un escritor famoso es secuestrado por un escritor sin talento. Tiene que escribir una novela, a cambio de tres raciones de comida al día. Si no escribe, no come. El objetivo del secuestrador es publicar la novela como si él fuera el autor y, después, matar al secuestrado. El escritor famoso está encarcelado entre cuatro paredes que no tienen puertas ni ventanas; en el techo, que está a diez metros de altura, hay una compuerta que se abre tres veces al día y por la que desciende la comida necesaria para sobrevivir. Su prisión es un espacio muy reducido, sólo hay una cama, una mesa, una silla y una máquina de escribir; ese es todo su universo, antes de morir.

En la mente del escritor secuestrado

Todos tenemos secretos que nunca desvelaríamos, sombras que oscilan entre el cielo y el infierno. Cuando la muerte amenaza a través de ese cuchillo, al que sólo le falta avanzar un milímetro para que dejes de respirar, el ángel que llevamos dentro vence al diablo que se esconde en nuestro interior. Y cuando esa gota de sudor frío que recorre nuestra espalda, cuando sólo un hilo separa la vida y la muerte, las apariencias ya no sirven de nada, tan sólo queda un espejo que refleja fielmente lo que esconde nuestra alma. Sólo tengo dos opciones: escribir o morir.

Quiero vivir, aunque sólo sea durante el tiempo que tarde en escribir la novela. Escribiré desde el lado oculto de mi alma, dando rienda suelta a mis instintos más brutales, una forma de exorcizarme de la cara oculta de la luna, ese rostro que nunca mostré a la sociedad. Con este encarcelamiento, estoy pagando como si fuera un asesino, sin haber matado a nadie, soy un prisionero que sobrevive vendiendo su alma por un poco de comida. Ya que estoy condenado, siendo inocente, me convertiré en un asesino en la ficción, sólo de esa forma tendrá sentido mi secuestro.

A través de la ficción, daré rienda suelta a todo aquello que en la sociedad no me atrevería a cometer por temor al castigo. Sacaré lo peor de mí en cada capítulo de la novela. Y en cada capítulo, dejaré una pista que sea útil para mi liberación, una pista que mi secuestrador no tenga la capacidad de descifrar. Soy consciente de que mi secuestrador me matará, una vez que finalice la novela, puesto que, si me pone en libertad, podría denunciarlo a la policía. Será una carrera contra el tiempo. Tengo la esperanza de que una mente privilegiada lea la novela cuando sea publicada y sea capaz de ver las señales ocultas que habré dejado a lo largo de las páginas.

Juanjo Conejo