EL PINTOR DE SUEÑOS Y EL PINCEL MÁGICO. Juanjo Conejo

Mientras escribía, Poeta, el pintor de sueños, escuchó una voz detrás de la ventana: «¡Con amor pintarás el mundo de color!». La voz era de Musa, la inspiración de Poeta. Poeta abrió la ventana y vio un círculo de fuego. Se ajustó su sombrero blanco y colocó a Magia, una pequeña luciérnaga, en el bolsillo de su chaleco. Y, sin pensarlo dos veces, pasó a través de las llamas de la ventana. Al otro lado, no existían los colores, el mundo era en blanco y negro. «¡Con amor pintarás el mundo de color!», dijo Musa con una sonrisa, mientras ponía un pincel mágico en las manos de Poeta. Magia se entusiasmó tanto con la misión que la luz de la pequeña luciérnaga se hizo más potente.

“¡Comenzaré por el arcoíris!”, dijo Poeta. Miles de diminutos seres alados, capitaneados por Hada, le llevaron volando hasta el arcoíris. Sólo tocar con su pincel, los colores fluían de los pensamientos de Poeta. Y pintó el arcoíris más hermoso que te puedas imaginar. Y pintó los árboles, las flores, las mariposas. Musa veía embelesada los colores con que Poeta pintaba, mientras el mundo en blanco y negro, poco a poco, iba desapareciendo. Pero al llegar a la mitad de su misión, Oscuridad salió a su encuentro en medio del camino. “Si me entregas el pincel, te daré todo lo que me pidas”, dijo Oscuridad. “¡Prefiero un mundo con colores!, replicó Poeta, mientras seguía pintando.

Oscuridad mandó contra Poeta a los tres colosos: Duda, Miedo y Desesperanza. El pintor de sueños dibujó sobre sí mismo una armadura. Colocó a Magia entre su pecho y la coraza, así protegió la fe de su corazón. También dibujó una espada en su mano. Y, elevado al cielo por los diminutos seres de la reina Hada, dibujó dos alas al arcoíris. El arcoíris se convirtió en Pasión, un caballo alado de siete colores La armadura y la espada de Poeta resplandecían con un brillo cegador. “¡Al ataque!”, gritó Poeta. Y, montado sobre Pasión, arremetió contra los tres colosos. Poeta luchó con bravura hasta que el sol se ocultó en el horizonte. Y al sonreír la luna llena, alcanzó la victoria.

Pero esa no fue la mayor hazaña. A la mañana siguiente, Poeta y Musa montaron sobre Pasión, cabalgaron por el cielo y con el pincel mágico lo pintaron de azul. Después, ascendieron más alto, traspasaron la atmósfera terrestre y pintaron la luna y las estrellas de color plata. Completaron la misión pintando el sol de color dorado. Luego, Poeta dibujó un puente que los llevó de regreso a su mundo. Acabaron agotados y dormidos. Cuando Poeta despertó, Musa no estaba a su lado, pero olía su perfume. No necesitaba verla, sabía que Musa estaba allí. Musa, escondida tras la cortina, susurró: “¡Hasta pronto, Poeta!”. Poeta se ajustó el sombrero blanco y retomó su poema.

Juanjo Conejo

Ilustración: Ceyma CM