EL OSITO GIACO DEL MUNDO DE FANTASÍA. Juanjo Conejo

Me llamo, no recuerdo cómo me llamo, sólo recuerdo que me tumbé bajo la sombra de un bello almendro y me dormí plácidamente, mientras escuchaba atentamente el cantar de unos pajarillos. Y, luego, desperté en este extraño lugar. Puedo caminar sin tocar el suelo; si agito mis brazos, puedo volar. Puedo correr con la velocidad de un guepardo y, si choco contra un árbol, no me duele. El dolor no forma parte de este mundo.

Pero ¿vivirá alguien en este mágico lugar? Soy capaz de componer una hermosa canción y de hacer el payaso sobre este césped de cristal. El aire huele como las golosinas de fresa y las rocas son tan suaves como la seda. Hay un arcoíris y no ha llovido, y tiene más de siete colores. He visto ardillas tan grandes como canguros y jirafas tan pequeñas como ratones. Si esto no es un sueño, ¿qué es?

“Estás dentro de tu corazón infantil”, escuché detrás de mí, con una voz tan tierna como un algodón de azúcar. Me volví para ver a quien me hablaba y me quedé tan frío como un helado de vainilla. Era un gracioso osito blanco de peluche, con un pintoresco sombrero de paja de color blanco. “¡Hola, me llamo Giaco!”, contestó con una sonrisa que resplandecía como el sol, mientras adoptaba una pose como las grandes estrellas de Hollywood.

Aún no había salido de mi asombro, cuando le pregunté: “¿Qué hago aquí y por qué no recuerdo mi nombre?”. Giaco me respondió cantando: “Estás aquí porque te ha transportado tu alma de niño, mientras estés aquí todo será como tú quieras que sea. El mal nunca podrá tocarte, este lugar es tu sólido refugio, el barco que te permitirá navegar muy lejos de las penas. En este mundo nadie traiciona, nadie miente, todo es amor elevado a la máxima potencia. Aquí hay abundante bálsamo para curar las heridas y para borrar las cicatrices de tu corazón decepcionado. Tú eres el creador de este mundo y le das forma con las manos de tu imaginación”.

Giaco cogió un bastón de color dorado y un sombrero negro de copa y comenzó a bailar claqué. “Pero ¿por qué no recuerdo mi nombre?, ¡dímelo de una vez, Giaco!”. El osito de peluche me respondió en francés, alemán, inglés y muchos idiomas más, y yo los entendía todos sin haberlos estudiado: “No importa cómo te llames, lo que importa es lo que hay dentro de ti, un río de inocente imaginación, un mar de palabras formando poemas y un corazón capaz de amar más allá del dolor. En este mundo, te llamarás como tú quieras llamarte, un nombre nuevo cada día. ¿Por qué usar un sólo nombre, cuando ninguno puede describir la totalidad de lo que eres?”.

Giaco iba recogiendo flores del camino, de todas las formas y colores, mientras formaba un divertido ramo en su mano. En este mundo, cada vez que cortas una flor, crecen siete. Y las flores cortadas siguen viviendo sin necesidad de estar conectadas a la tierra. “¿A dónde me llevas?, este camino ajardinado parece no llevar a ninguna parte, nunca logro ver el final de este largo y perfumado sendero”, pregunté a Giaco. “Lo que importa no es nuestro destino, sino que sepas disfrutar de este trayecto. El camino te hará crecer; el destino, sólo apuntarte un tanto. No pienses en los trofeos conseguidos, sino en la aventura que te enriquece y rejuvenece”, dijo Giaco.

Al final, llegamos hasta un gran lago de majestuosos cisnes blancos, que sabían filosofar de la vida. Todos los cisnes, como si se tratara de un coro bien dirigido, alzaban su voz al mismo tiempo sonando sus palabras como si fueran tenores: “Libertad, ¿de qué sirve si no es para amar? Justicia, ¿para qué la buscas si tus propios actos no son justos?”. Millones de chiquitines peces multicolor saltaban del agua mientras los cisnes continuaban con su ópera de grandes verdades: “No sabrás lo que es vivir, hasta que no aprendas a amar”.

De repente, me encuentro en un globo con Giaco, sobrevolando el amplio y misterioso mundo de Fantasía. “Toda la perfección que ves desde aquí arriba, es fruto de los deseos de tu corazón. Puedes volver a este lugar siempre que quieras, sólo tienes que cerrar tus ojos y abrir tu alma”, me dijo Giaco, mientas silbaba una melodía de despedida, que cada vez se oía más lejos.

Abrí de nuevo mis ojos bajo la sombra del almendro, ahora podía recordar mi nombre. Me llamo Giaco, como el osito blanco de peluche del mundo Fantasía. Me sentía extraño, pero con una sensación de bienestar muy grande. Creo que este viaje ha sido mucho más que un sueño fruto de los deseos de mi corazón. Junto a mí, sobre el refrescante césped, había un sombrero de copa y un bastón dorado, los que el osito de peluche había utilizado para bailar como claqué.

Pero ¿cómo habían llegado hasta aquí? Si todo había sido irreal, ¿por qué podía tocar el sombrero y el bastón? Una vocecita tan dulce como un pastel de nata, que vibraba con la misma personalidad de Giaco, intentaba llamar mi atención desde mi interior: “La fe es el material con el que se construyen los sueños”. Cerré los ojos de nuevo, dejé que la fe me invadiera y, al abrirlos de nuevo, miré hacia el cielo. Allí arriba pude ver el globo que me había traído de vuelta y, a Giaco el osito, moviendo alegremente su mano en señal de despedida. Los dos sonriamos plenos de felicidad. ¿Realidad o Fantasía?, ¡qué importa cuando la fe puede unirlos! El mundo Fantasía estaba tan cerca como la distancia que había entre mi mente y mi corazón, sólo tenía que construir un puente.
Juanjo Conejo