EL HADA DE LA CHISTERA ROJA. Juanjo Conejo

En un mundo muy lejos de aquí, donde el tiempo no existía, vivía, entre diminutos seres que se pasaban el día cantando, un hada muy particular llamada Chistera. De todos cuantos tuvieron la dicha de viajar a este mundo encantado, ninguno quería regresar a su lugar de origen, porque la paz era el alimento de las almas. Alex llevaba mucho tiempo rogando al cielo para que le concediera un hada que le concediera su sueño. Un día, se le apareció, surgida de la nada, una chica con una chistera roja. Alex, decepcionado, le dijo: “¡Tú no me sirves, no tienes alas!”. Y Chistera le contestó: “¡No seas incrédulo, Alex, todo lo que necesitas lo tengo debajo de la chistera!”.

Alex quiso poner a prueba a Chistera y le lanzó un reto: “¡Consigue en tres días que se cumpla mi deseo más soñado!”. Chistera le contestó: “¡Estás equivocado, los pasos los tienes que dar tú!”. Seguidamente, Chistera levantó su chistera roja con su mano izquierda y con su mano derecha sacó una nota: “Con la fe moverás montañas y caminarás sobre las aguas”. Alex se quedó triste, las palabras de Chistera le parecían un fraude. Pero el mensaje de la nota era un eco que no se podía quitar de la cabeza. Chistera besó con dulzura las mejillas de Alex. Chistera besaba cuando no tenía nada más que decir, creía en la magia del silencio. No, Chistera no era un hada común.

En la magia de ese silencio, Alex le confesó a Chistera: “Me pareces un hada extraña. De hecho, no pareces un hada. Esperaba un ser mágico y alado, porque mi corazón está herido y mis alas rotas”. Chistera, de nuevo, levantó su chistera roja con su mano izquierda y sacó una nota con su mano derecha: “El amor es sanador, curará las heridas de tu corazón y podrás volver a volar”. Y, otra vez, las palabras del mensaje eran un eco constante en su conciencia. Alex lloró, no lo hacía desde hacía mucho tiempo. Chistera sacó un pañuelo de debajo de su sombrero y enjugó las lágrimas de Alex, mientras le decía: “¡Tranquilo, no sufras, el amor que vive en tu corazón obrará milagros!”.

Por tercera vez, Chistera sacó una nota de debajo de su sombrero: “Riega cada día la semilla de la esperanza”. Las palabras del último mensaje sonaron como un trueno en la mente de Alex, precedido de un rayo que se abría paso en su sentimiento de fracaso. Chistera volvió a besar las mejillas de Alex con un guiño de despedida. Fue un guiño en el silencio. Chistera alargó su mano derecha y puso un regalo en la mano izquierda de Alex, eran tres estrellas. Cada estrella tenía un nombre y un color. La estrella azul se llamaba Fe; la estrella verde se llamaba Esperanza; y la estrella roja (como la chistera de Chistera), la más importante de las tres, se llamaba Amor.

Juanjo Conejo

Fotografía: Pilar Fornas García