EL GATO NEGRO BAJO LA LLUVIA. Juanjo Conejo

Era una noche de otoño fría y lluviosa. John miró por la ventana y vio un gato negro bajo la lluvia, el gato solitario permanecía inmóvil sobre la acera cubierta de hojas doradas y miraba hacia su ventana. John se vio a sí mismo. Entretanto, Mary tocaba el piano. John se volvió hacia Mary y le dijo: “Tengo hambre de amor, pero es mucho más que sexo lo que necesito”. Mary respondió: “Algún día aparecerá la mujer que llene plenamente tu corazón”. Los dos se quedaron en silencio, mientras cruzaban las miradas. Las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de John. Mary le abrazó, mientras le consolaba con ternura: “No sufras más, siempre estaré contigo”.

John volvió a mirar por la ventana, seguía lloviendo, el gato continuaba allí, inmóvil y mirando hacia su ventana. La gente caminaba apresuradamente, nadie veía el gato negro, triste y solitario, que lloraba bajo la lluvia. Y dijo John a Mary: “Siempre me he sentido solo, excepto cuando tú estás conmigo”. Mary acercó su boca a la boca de Jonn e intentó besarle. “¡No, por favor, no echemos a perder esta amistad!”, dijo John. Mary cogió su bolso y, sin decir palabra, caminó hacia la puerta con intención de marcharse. John la cogió por la mano e intentó detenerla, mientras le decía entre sollozos: “¡No me dejes solo!”. Mary se marchó. John se quedó desolado.

Cinco minutos después, Jonn, desesperado, se echó a la calle. Caminaba de un lado a otro, bajo la lluvia, sin saber qué hacer. Regresó a casa con el gato negro entre sus brazos. Los maullidos del gato sustituyeron a las melodías de piano de Mary. Aun y así, John lamentaba profundamente la pérdida de Mary, sentía como si le hubiesen arrancado el corazón. El gato y John se quedaron dormidos en el sofá, bajo una manta que les abrigaba del frío de aquella noche solitaria. John soñó con Mary, soñó con aquel día de primavera, tres años atrás, en el que comenzaron su amistad. Fue una tarde de mayo, cuando paseaban por la ribera del río que partía en dos la ciudad.

De repente, sonó el timbre de la puerta, el gato maulló, John se despertó. Cuando John abrió la puerta, se quedó sorprendido, era Mary. “Qué profundas son las heridas que hay en tu corazón, no sé cómo ayudarte”, dijo Mary. Sorbos de café y conversaciones, hasta que John se quedó dormido. Mary acomodó el cuerpo de John en el sofá y le cubrió con la manta. Cuando John se quedó dormido, Mary aprovechó el momento y besó los labios de John, mientras el gato la observaba atentamente. “Me enamoré de ti el día que te conocí”, susurró Mary y, luego, se quedó dormida, acurrucada sobre el pecho de John. Y el gato soñaba con aquella tarde de primavera.

Juanjo Conejo