CARTA A UNA ESTRELLA MORIBUNDA. Juanjo Conejo

Bajo las aguas transparentes del río, piedras de colores y pececillos plateados, como el tesoro que habita en tu corazón desde que llegaste al mundo. Abrázame, quita mi frío de blanca escarcha, llena mi alma con la esperanza del verde laurel. Regálame tu sonrisa, belleza de luna menguante, no olvides que la corriente del río sueña con llegar al mar, allí descansa su murmullo, donde su viaje termina, donde el sonido de las olas me recuerda que la vida es un misterio indescifrable. No te tortures con el pensamiento de que tu desdicha es un castigado del cielo. El cielo ama, el cielo perdona, el cielo enseña, a ratos con ternura, a ratos con dureza, pero el cielo nunca castiga.

Cuántas veces te he mirado, como el águila mira a sus crías, sufriendo por tus alas heridas. Con las alas rotas, sigue respirando, como el guerrero lucha hasta el último aliento. Conozco los latidos de tus horas tristes, el quebranto de tu espíritu cuando llega la tormenta, la soledad que te aflige cuando sientes que nadie te comprende. Quiéreme, como yo te quiero, aunque tus sueños, rotos en pedazos, griten de rabia en este instante. Une mis lágrimas a las tuyas, somos de la misma especie, con la misma fragilidad, con el mismo destino. Aunque ya no queden peces en el río, estoy contigo. Y si el sol pierde el encanto de la mañana, cuenta las estrellas que iluminan el secreto de la noche.

No puedo ocultar la admiración que siento por ti, porque te quiero, a pesar de todo. Y necesito que me quieras, aunque las flores estén marchitas. Somos diferentes, como los peces del río, pero estamos en las mismas aguas, ya estén turbias o tranquilas. Piensa en esas piedras de colores que el río te ofrece en su orilla, donde cada color es un grato recuerdo. No sé cuánto tiempo estarás conmigo, si unos días o unas semanas, pero siempre estarás aquí, en ese río que atraviesa con su cauce, desde la cima del monte hasta lo profundo del valle, todo lo que hay en mi corazón. No busques un sentido a tu infortunio, porque no existe en la limitada comprensión humana.

Pero en la hermosa y dolorosa incógnita de la vida, todo lo que eres, todo lo que serás, seas cuerpo o espíritu, estará conmigo. Estarás aquí, ya seas tangible o invisible, en un beso, en un abrazo, en la melodía de la lluvia o en la caricia del viento. Presente o ausente, piensa en mí, en todo el amor que en carta te dedico, en ese amor que no se compra, que no se vende, en ese amor inmortal que nos une en esa esfera del tiempo que no tiene fin. Esta noche, cuando cuentes las estrellas, piensa que, incluso ellas, veneradas por la humanidad, abandonan el universo en un fugaz trayecto de gloria. Pero a ti, mota de polvo en el infinito, aun en la derrota, no habrá muerte que te aniquile.

Juanjo Conejo