CARTA A JOHN KEATS. Juanjo Conejo

Admirado John Keats:

Cuando leí su biografía, me entristeció que usted muriese tan joven. ¡Cuántos poemas no escritos se ha perdido el mundo! Y me duele que usted abandonara ese cuerpo tan frágil sumido en la pobreza, sin conocer el aplauso del éxito, aunque ahora sea venerado como uno de los grandes del Romanticismo. ¡Injusta es la vida, que bendice a los malvados y maldice a los artistas! Aunque ahora duerma en las alas de la eterna poesía, escribiendo poemas sobre la belleza del paraíso, no me consuela del hecho de esos poemas invisibles, hijos del silencio, huérfanos de tinta, que lloraron cuando se perdieron en la dimensión de lo imposible. He sentido esas lágrimas, cuando al alma le faltan palabras para describir la magnitud del sentimiento. John Keats, el pobre, el enfermo, la estrella fugaz que deja su firma en el firmamento, gracias por su legado a la humanidad, una humanidad que, aunque ahora le promulgue alabanzas, no merece ser agraciada con su talento.

Usted se pierde en las sombras del bosque cada vez que escribe un poema, para describir la belleza como si hubiera bebido una copa de vino o estuviera bajo el efecto de un beso de amor de las hadas que se esconden en los árboles. Su deseo de perderse lejos del mundo, donde las estrellas cantan sus victorias, de encontrar la belleza a la noche silenciosa, en una luna que desespera por revelar a los hombres el secreto de la vida, es un reflejo de su aliento amable y tranquilo. Ciertamente, usted no nació para la muerte ni para ser devorado por los gusanos del olvido. Su pluma es un pájaro inmortal, una campana que repica a través del tiempo, un eco que se oye desde una tierra lejana a través de la corriente del río que cruza los valles de la indiferencia. Y se disipa la niebla, de sus años tristes, de su enojo, de su fiebre, de su juventud flaca y pálida, de su esperanza con párpados de plomo. Y amanece un amor nuevo, sin canto fúnebre, en la verde hierba de la eternidad.

Estimado John Keats, usted forma parte de mi corazón, desde el día que leí su «Oda a un ruiseñor»,

Juanjo Conejo

John Keats
Londres, 31 de octubre de 1795
Roma, 23 de febrero de 1821

Retrato de John Keats por William Hilton