BALADA DE MANZANAS Y MARIPOSAS. Juanjo Conejo

No sólo de manzanas vive la humanidad, sino también de mariposas; esa era una ley universal que el mundo había olvidado. Y el mundo estaba dormido, una vez cubiertas todas sus necesidades primitivas. Pero ¿quién daría la voz de alerta?, ¿quién los despertaría del sueño? Los que hablaban de las mariposas eran amenazados con la muerte por la nueva dictadura, un sistema de gobierno que mantenía a la población silenciada con un suministro racionado de las manzanas. Mientras los ciudadanos sólo pensaran en cubrir sus necesidades esenciales, no pensarían en revoluciones. El resultado fue una sociedad vacía, rendida al ocio que les ayudaba a olvidar la tristeza.

El nuevo régimen había prohibido toda manifestación del arte, ya fuera música, cine, teatro o literatura. El consumo de lo espiritual y reflexivo estaba completamente prohibido, esa era la forma de mantener a raya el pensamiento crítico e insurgente. La tecnología y la inteligencia artificial eran los nuevos dioses, unos dioses empeñados en acabar con la libertad individual. Los ciudadanos instruidos en filosofía eran un peligro para los que manejaban los hilos del poder. Se había cumplido el sueño de los que no tenían conciencia, de los nuevos césares que daban al pueblo la diversión del circo romano, unas manzanas que ocultaban el veneno de las serpientes.

Pero esas manzanas no servían para satisfacer las necesidades del alma. Depresiones y suicidios fue el fruto de una sociedad sin mariposas. A fin de evitar que el mundo cayera en la desesperación, apareció de la nada una mujer profeta llamada Omega, algunos la llamaban Sueña. Omega recorría todas las ciudades de la tierra con su mensaje: “¡Es posible la metamorfosis, dejen de ser gusanos, vuélvanse mariposas!”. Sueña se había convertido en una amenaza para los que querían convertir a la raza humana en una sociedad de obediencia ciega. Muy pocos escucharon el mensaje soñador de Omega, pero fueron suficientes para tambalear las columnas del imperio inquisidor.

Los dirigentes que velaban por la ley y el orden, decidieron dar caza y muerte a Omega, no podían permitirse el riesgo de una revolución que acabara con derribar sus posiciones de poder. Sueña fue arrestada y encarcelada. Los jueces del sistema, vendidos al poder de los dirigentes, decidieron ejecutarla a la vista del mundo, para disuadir a los seguidores de las mariposas. El hacha del verdugo ya estaba preparada. Pero antes de que su filo degollara el cuello de Sueña, ocurrió algo insólito: su cuerpo se transformó en millares de mariposas de todos los colores, uno por cada rama de las artes, que revoloteaban libres sobre las cabezas de los asistentes a la ejecución.

Juanjo Conejo

Imagen: una pintura de Lali Casillas Salcedo