LAS CARTAS ROMÁNTICAS DE SALCON EMIROI (VI). Juanjo Conejo

Mi admirada señorita:

Siempre veo su rostro en la penumbra, cobijado en la sombra de los árboles del parque y, aun así, tan hermoso como el sol rojo del atardecer. Cuando me mira, descubro en sus ojos un secreto, un sueño inconfesable le traiciona. Más abajo, en sus labios, se dibuja la insinuación de un beso caprichoso. El misterio está escondido en los rizos de su cabello. Su sonrisa es traviesa, como el de una adolescente con hambre de aventuras. Las pecas de su rostro son estrellas de verano. Su nariz tiene la imponencia de una pirámide de Egipto, la anchura de su frente revela su elocuencia. Su belleza no es usual, fusiona lo intelectual y lo exótico. La arquitectura de su cuerpo aúna la elegancia y lo salvaje. Cuando usted camina, imagino que lo hace hacia mí, mi corazón se acelera, se eleva mi temperatura. Le imploro que me libre de esta fiebre. Mañana volveré al parque, me sentaré en el banco de siempre. Por favor, siéntese a mi lado, no profiera palabra, guarde silencio. Déjeme mirarla de cerca, cara a cara. Y béseme, antes de que su boca se marchite con la espera.

Sinceramente suyo,

Salcon Emiroi

* Nota: Esta carta forma parte de la colección “Las cartas románticas de Salcon Emiroi”, del autor Juanjo Conejo.