LA MÁSCARA INVISIBLE. Juanjo Conejo
La máscara que todos llevamos, imperceptible a la mirada de los demás. La máscara que sólo vemos nosotros, desde su oscuro lado interior. Y esa máscara tiene un nombre: miedo. Tenemos miedo a que nos vean tal como somos, a que se descubran nuestras sombras. Pero esas sombras, las vemos cuando nos miramos en el espejo, no podemos engañarnos a nosotros mismos. La solución: ponernos una máscara invisible, para que nadie se de cuenta de que la llevamos. Dicho de otra manera: ¡el juego de la hipocresía! Pero ¿es posible huir de la realidad que sólo nosotros conocemos? ¿Quién pierde y quién gana en el juego de la hipocresía?
Nos tenemos miedo, miedo a sacar al exterior nuestro auténtico yo, para no sufrir las consecuencias. Y esa es la sed del mundo, ser aceptados y amados tal como somos, por eso escondemos lo mejor de nuestro yo y lo tapamos detrás de la máscara, convirtiendo nuestra vida en un carnaval, en una obra teatral. El mundo tiene miedo, miedo a una vida sin apariencias, porque las apariencias nos protegen, es demasiado doloroso que descubran que no somos tan excelentes. El miedo nos hace llevar la vida de otro, ese personaje que vive la vida por nosotros. Entonces, el yo escondido sueña, porque no le permitimos salir a la superficie de la realidad.
Y para no perder la razón, nos dejamos llevar un poco por la locura. Ese gramo de locura nos alivia de la dureza de la razón, esa razón que nos dice que esa persona del espejo no somos nosotros, sino un personaje que hemos creado, una ficción llamada «nuestro yo ante la sociedad». Y nos volvemos un poco locos, para no volvernos locos del todo, porque la verdad es muy dura de sobrellevar. ¿Quién puede soportar un espejo en el que se vea reflejado nuestro interior? ¡Cuántos demonios con apariencia de ángeles! ¡Cuántos hombres sin escrúpulos con apariencia de bondad! ¡Cuántos mentirosos con apariencia de honestidad! ¡Bienvenidos al espectáculo!
El mundo es un circo, los payasos triunfan, la verdad se esconde. Ser lo que eres es demasiado arriesgado, es ser un equilibrista sobre la cuerda floja, una cuerda demasiado fina, porque son muy pocos los que te aman tal como eres. Vivir conforme a tu verdad, es ser un trapecista dando el triple salto mortal sin red. En el mundo, el puño triunfa más que el abrazo y la bofetada obtiene la victoria sobre el beso. Permitidme un poco de locura, no sea que me vuelva completamente loco. Loco del todo, por asesinar a mi yo íntimo y esencial. Ese loco sabio que saldría a la superficie, cansado de vivir siempre en las sombras, bajo la máscara invisible del miedo.
Juanjo Conejo